Los mantras son utilizados como un tipo de oración o durante la meditación con el propósito de calmar la mente y conectar con la divinidad. Mas, en un mundo tan acelerado y cambiante, la experiencia de calmar la mente no puede estar reservada a momentos de introspección.

Una forma de aceptar lo que la vida nos presenta es reconocer con qué necesitamos “hacer las paces”. Cuáles son esos momentos, personas o situaciones que hemos asumido como un bloqueo en nuestro camino.

Cuando hablamos de rendirnos, no se trata de tirar la toalla, de soltar lo que anhelamos o de sentirnos derrotados. Si no más bien, de conectar con la presencia de Dios en nosotros y colocar en ella todo aquello que necesitamos o anhelamos.

Ser resilientes es fluir con la corriente. Sólo que pareciera que hemos asumido todo lo contrario. Para nosotros la resiliencia es sinónimo de valentía, de un tipo de fuerza relacionada con luchar y que, por tanto, no admite rendición.

El disfrute máximo al que aspiramos no sólo tiene que ver con lo que hacemos, si no con cómo lo hacemos.

Además, estas experiencias me han enseñado que muchas veces el real esfuerzo no está en cumplir con nuestras obligaciones o en trabajar duro. Sino en escuchar al alma y en seguirla.