Fue Sin Querer

Leonelda Castillo 11 de febrero de 2022 8 min read 0

Mensajes
Para Despertar

Blog

No busques ninguna regla ni método de adoración. Di lo que sea que tu corazón dolido elija. --Rumi

Fue Sin Querer

Imagina a un grupo de niños de entre siete y nueve años jugando alegremente, correteando y disfrutando. De repente, uno de ellos sale corriendo y, en medio de su velocidad, golpea a otro que cae al suelo y grita, “¡me dieron!”. El corredor, al percatarse, se detiene en seco y se devuelve. Asustado, se acerca al compañerito que está adolorido en el suelo y le susurra: “Fue sin querer”.

Todos nosotros, aún siendo adultos, experimentamos esta escena con frecuencia. Cada día nos levantamos a disfrutar del juego de la vida junto a otras personas que, en ocasiones, apenas conocemos bien. Este juego diario generalmente empieza entre dos personas con el habitual “buenos días” y se extiende infinitamente, convirtiéndose en un tipo de coreografía basada en los hábitos que finalmente dan forma a nuestros días.

Estos hábitos llevan consigo incontables expectativas que varían de una persona a otra, a cada momento. Gracias a que los seres humanos somos, al mismo tiempo, racionales y primordialmente emocionales, individuos peculiares y cambiantes. Seres que andamos mayormente distraídos.

Así como caminamos con la cabeza baja, pendiente de nuestros teléfonos, pasamos nuestros días zambullidos en un mundo interno perfectamente conocido. Y, al mismo tiempo, extrañamente ajeno al mundo los demás. Este espacio mental en el que cada uno de nosotros habita surge de una combinación única entre lo heredado, nuestros estados emocionales y las historias que vivimos, así como nos las contamos. En la casa de nuestra mente, jugamos a saber a ciencia cierta cómo son las cosas. Sobretodo, creemos saber cómo es la gente y cómo actúa cada quien. Mientras tanto, los demás también participan en este juego, pero con las suposiciones únicas que extraen de su propio mundo.

Desde esta mirada, queda claro que chocar repentinamente con alguien, ya sea físicamente, a nivel emocional o en cuanto a ideas, es parte de nuestra cotidianidad. Sobretodo, porque el arte de evitar estos choques repentinos está basado en el dominio de una serie de habilidades que nunca terminaremos de dominar por completo. Es más, todos nosotros tendemos a “cojear” en más de una de estas habilidades, entre las cuales se encuentran: expresar honestamente lo que vemos y deseamos; reaccionar cuando nos duele o sentimos que alguien nos ha atropellado; percatarnos de cuándo probablemente somos nosotros los que atropellamos a otros; pedir disculpas cuando nos damos cuenta de que hemos afectado a alguien, o simplemente responder, “fue sin querer”.

 

Sin Querer Queriendo

Sé lo que estás pensando. A veces la gente sí quiere ofender e incluso hacer daño. También existen aquellos que se ofenden por casi todo. Tú, yo, todos, hemos tenido momentos en los que, vencidos por la ira, la culpa o la vergüenza, hemos arremetido contra los demás de alguna forma, o nos hemos ofendido casi sin explicación. En momentos como estos, se supone que queremos actuar de esa manera, y por eso lo hacemos. Sin embargo, no podemos perder de vista el motivo por el cual lo hacemos.

Tanto la biología como la psicología han comprobado que es nuestra necesidad de algún tipo de descarga emocional la que termina por confundirnos, a través de argumentos que construimos para justificar lo que sentimos. De ahí surge la falsa creencia de que sin un “culpable”, sin “sentirnos víctimas” o sin ejercer la imperante necesidad de actuar como un “rescatador”, no podremos gozar del merecido desahogo.

Estamos llamados a hacernos responsables de todo lo que sentimos y de cómo actuamos y reaccionamos. No se trata de eximir a nadie de su responsabilidad. Te invito, más bien, a despertar al hecho de que es la emoción en sí la que muchas veces nos impulsa a actuar de manera agresiva o a reaccionar de manera defensiva. Ya que son precisamente nuestros hábitos emocionales los que nos llevan a actuar repetidamente de una u otra forma. Y, sólo dándonos cuenta de cuál es el rol que llevamos años asumiendo en estos juegos relacionales, podremos, poco a poco, liberamos de estos roles y de su aguda inclinación a chocar con los demás.

¿Cuál es tu rol en este juego?

Yo estuve muchos años jugando a ser la defensora. Mi eterno estatus de niña un tanto madura para mi edad me hacía sentir que me correspondía proteger a los míos, advertirles sobre las amenazas que veía en el camino y sobre las personas que, a mis ojos, parecían “sospechosas”.

A pesar de que desde mi adolescencia comencé a sentir los golpes de mi propia impaciencia hacia los demás, no fue sino hasta entrada en mis treinta que me di cuenta completamente del rol que había estado jugando durante gran parte de mi vida. Hoy por hoy, si me descuido, esa voz juzgadora (que cree saber lo que está pasando, lo que hay que hacer y lo que va a pasar) salta por encima de mí y emite una opinión sin que le pregunten. Y lo hace con un nivel de seguridad que me llega hasta a espantar.

Quisiera decir que admito esto con vergüenza, pero, honestamente, no me queda más que celebrar la conciencia de esta voz un tanto camaleónica. En innumerables ocasiones, la he descubierto diciéndome también, “pobre de mí”, o preguntándome, “¿por qué a mí?”. Además, en más de una ocasión, la he sorprendido contando las veces que me han hecho algo, (por ejemplo, “ya van tres”). Una vez consciente, puedo admitir que sólo cuenta aquel que da la espalda a expresar su incomodidad la primera vez.

El poder reconocer los puntos en los que entro en conflicto con los demás, e incluso conmigo misma, no sólo me ha permitido aceptarme y perdonarme más cada día, sino también ser más compasiva con el resto. Hoy en día, puedo reconocer que los demás también juegan sus propios roles, en su mayoría sin darse cuenta. Esta conciencia del rol que juego desde mi inconsciencia, y cómo a veces me lleva a chocar contra ciertas paredes, me ha llevado a ir más despacio y a estar más atenta. Esto con el objetivo de evitar pisarle los talones a alguien o sentirme ofendida cuando sienta que me los pisen a mí.

Comprender estas dinámicas me ha llevado a confirmar que la gente sólo puede dar lo que tiene y recibir aquello para lo que están preparadas. Yo soy una más entre esa gente. Por lo tanto, cada vez que dudo de la veracidad de un compañero o de un ser querido, de su nivel de compromiso o de su honestidad, sólo me resta preguntarme por qué estoy preparada para recibir eso. Además, debo recordar que incluso si estas suposiciones resultaran ser ciertas, sólo desde mi ser herido, crítico y deseoso de sentirse ofendido puedo asumirlas como tal. En momentos como estos, me toca repetirme: “fue sin querer”.

Igualmente, cuando se trata de un vendedor de un banco en su decimoquinta llamada para ofrecerme una tarjeta o un préstamo pre-aprobado, continúo reconociendo los lados por donde fácilmente choco con los demás.  Este tipo de llamadas suelen ocurrir a cualquier hora del día y usualmente interrumpen momentos importantes para mí.

En un principio me incomodaba. Llegué hasta a pedirles que por favor me sacaran de su base de datos, pues sus ofertas, NO ME INTERESAN. Mas, con el tiempo me fui dando cuenta que lo único que realmente me funciona es pensarlo dos veces antes de tomar el celular y aprovechar el largo discurso de ventas. para respirar conscientemente. Esta es la única forma en la que he podido responder amablemente a esa persona que sólo está haciendo su trabajo. Al colgar, me repito a mí misma,  “fue sin querer”, más de una vez. Entendiendo que la frase es tan cierta para mí, como para ellos. Sigo practicando.

De mi corazón al tuyo,

Leonelda Castillo

P.D. Inspirado por  el episodio #6 de la temporada 4 de Corazonando podcast y dedicado a todos los amigos y compañeros perdidos en el camino que aún siguen vivos: fue sin querer.

Preguntas para despertar:

  1. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste agredido o que agrediste a alguien? ¿Qué pasó exactamente y qué tan a menudo te suceden situaciones similares?
  2. ¿Qué roles adoptas comúnmente en estas dinámicas relacionales que tienen que ver con chocar con otros?  
  3. ¿A quiénes quisieras decir, “fue sin querer…”? 

 

Si sientes que este artículo es útil, compártelo con tus seres queridos.

Para conocer más sobre este tema sígueme en las redes. También te invito a escuchar el episodio #6 de Corazonando podcast en su cuarta temporada.