
Digo Sí Cuando Quiero Decir No
Mensajes
Para Despertar
Blog

Digo Sí cuando quiero decir No
Lo hago cada vez menos. Pero son muchas las ocasiones en las que he dicho sí queriendo decir no: quizás por miedo a que no me comprendan, o a que me vean como una egoísta. También, porque hay momentos en que todo sucede tan rápido que, cuando me doy cuenta, estoy irremediablemente comprometida con algo que en el fondo no quería.
Creo que cuando decidí estudiar contabilidad después de graduarme del colegio, dije sí queriendo decir no para complacer a mi mamá. Fue una decisión inesperada y rápida porque lo que yo quería realmente –hacer una carrera en psicología–no era posible.
Entonces, me comprometí con algo que me gustaba, pero que en realidad no deseaba. Mi falta de experiencia en ser yo misma y mi escasa paciencia para descubrir una mejor opción me llevaron a tomar la mejor decisión de otra persona. Como era de esperarse, invertí cinco años en una carrera que nunca ejercí.
Hoy, no pretendo descifrar cómo este comportamiento podría relatar gran parte de la historia de mi vida. Es más, me siento libre de toda culpa, ya que no sería quién soy sin las muchas decisiones que he tomado de esta manera y sin esta carrera que me enseñó a zambullirme en el revelador mundo de los números. Mi intención al escribir este mensaje es compartir cómo, cuando damos la espalda a lo que realmente deseamos, estamos practicando un hábito heredado y mal manejado.
Este hábito de ir en contra de lo que realmente deseamos disminuye nuestra capacidad de hacernos responsables de las decisiones que tomamos. Al mismo tiempo en el que distorsiona la mirada de lo que realmente necesitamos de nosotros mismos y de los demás. Cada vez que decimos sí queriendo decir no, lo hacemos sin darnos cuenta y desde la inconsciencia. Como adultos que somos, nos conviene despertar.
El Precio de Ser quien Eres
Crecer cuesta. No sólo por las demandas que vienen con los cambios físicos, sino también por las tormentas que arrasan con muchas de nuestras estructuras mentales. Las raíces de estas estructuras, de nuestras formas de pensar y de entender las cosas, vienen de nuestro sistema familiar. Aprendemos a pensar y a actuar como papá y mamá en un esfuerzo por ganar su aceptación. Sin embargo, una vez comenzamos a tener experiencias propias, a visualizar nuestros anhelos y a descubrir que las cosas no son sólo como creíamos que eran, vamos entendiendo que podemos construir nuestras propias formas de entender y sentir las cosas.
La desilusión, el dolor y la confusión son las emociones responsables de derrumbar nuestras formas de ver la vida una y otra vez. Y es con estos escombros que comenzamos a construir nuevos cimientos de lo que significa ser yo. A esta constante destrucción y construcción de quien soy, es a lo que llamamos un ego saludable. Desde esta perspectiva, el ego deja de ser una definición y de evocar una fijación a eso que “tengo que ser”. Mas bien, entendemos el ego como la representación de la individualidad de un ser viviente, cambiante, que se relaciona constantemente y que disfruta del impacto consciente que estas relaciones tienen en él.
Ser o no ser egoísta,
esa no es la pregunta
El miedo al egoísmo nos ha enseñado a sacrificarnos y poner al otro primero. Pero aquel que se sacrifica sin tan siquiera asumir su deseo real y que hace del otro su prioridad, opera desde un ego que lo atrapa. Este ego se alimenta de los demás, crece en base a ellos y depende de sus respuestas para sentirse vivo y apreciado. En estas circunstancias, hacemos de nuestras relaciones una lucha interminable de control y saldo de cuentas. Yo me sacrifico por ti e, inconscientemente, espero que tu hagas lo mismo por mí, muchas veces en contra de tu propia voluntad. Entonces, quizás la pregunta no sea si soy egoísta cada vez que digo no, sino qué tan preparado/a estoy para encontrar mi valor como individuo en mí mismo/a, en vez de contabilizar lo que valgo de acuerdo a cómo me ven los demás. Y qué tanto puedo vivir la verdad de quien soy y compartirla a cada instante.

Relacionarnos sanamente es un proceso de negociación constante. Cada vez que aceptamos cualquier demanda, solicitud, o condición, contraria a lo que realmente deseamos, ejercitamos la extraña capacidad de negarnos a nosotros mismos. Es como si, con cada negación de lo que realmente sentimos, pagásemos el alto precio de alejarnos de quienes somos realmente en ese momento. La luz de nuestro ser interno se va apagando con cada acto de negación, por pequeño o grande que sea. Y, cada vez que dejamos de ejercitar el coraje para decirnos que sí a nosotros mismos, automáticamente debilitamos la energía que tenemos disponible en diferentes ámbitos.
Soltemos la preocupación del egoísmo y ocupémonos de ser coherentes. Asumamos lo que sentimos y pensamos a cada instante y actuemos en consonancia. También, tenemos la opción de negociar con nosotros mismos esos sí y esos no que entendamos pueden ser importantes, más allá de nuestro deseo real. Pero, por favor, nunca volvamos a decir sí o no en automático.
Desarrollar el hábito de actuar en consonancia con lo que deseamos sólo será posible si recordamos 3 verdades absolutas: 1) Aquellos que realmente nos aprecian, nunca nos pedirían que seamos o hagamos algo distinto a quienes realmente somos. Si lo hacen, será desde un tipo de inconsciencia (sin darse cuenta del precio que nos piden que paguemos); 2) nunca podremos llenar todas las expectativas de los demás. Por lo que es seguro que en incontables ocasiones, las personas que más nos importan se sientan decepcionados, agredidos o descalificados por nuestras respuestas; y 3), el amor o la apreciación que sentimos por los demás, va mucho más allá de cualquier no. Después de todo, decir no, es más bien un, AHORA NO PUEDO, NO QUIERO o NO DESEO. En todo caso, vale recordar que con cada uno de estos NO, también te estás entrenando en decir SI, A MI.
De mi corazón al tuyo,
Leonelda Castillo
Ejercicios para Despertar en 4 pasos:
- Siéntate en silencio y piensa en la última vez que dijiste sí, queriendo decir no.
- Respira calmadamente, y permite que surja en ti por qué no dijiste que no. Si no llega a ti ahora, no importa. Más temprano que tarde lo hará.
- Respira profundamente por un par de minutos con esta imagen en mente (si la tienes). Si no sólo respira e identifica cuál era el precio de no decir lo que querías realmente. En otras palabras, qué entiendes tu que te podía costar expresar lo que sentías realmente.
- Inhala lentamente e invita al espíritu de Dios vivo en ti a que hable directamente la próxima vez que sientas que alguien te pide que hagas o digas algo que va en contra de lo que realmente deseas. Mantén esa intención junto a tu atención a tu respiración, por un par de minutos.
Este artículo es un regalo que puedes compartir com tus seres queridos. Dejame saber tus impresiones y resonancias en la caja de comentarios.
Si quieres conocer más sobre este tema, sígueme en las redes. También puedes escuchar el episodio de esta semana de Corazonando podast Temporada 4, Episodio 5: “Aprendiendo a Decirme que Si.”
¿Quieres tomar un taller totalmente gratuito conmigo? Este próximo jueves 10 de Febrero te comparto, 3 Secretos para Crecer en Plenitud. Regístrate AHORA y sé parte de una experiencia única para un nuevo comienzo en tu vida. DALE CLICK A ESTE BOTÓN ROJO