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Despierta a tu Propio Ritmo
¿Qué sucede en tu cuerpo cuando experimentas estrés? ¿Cómo te das cuenta de que hay estrés en ti? El cuerpo tiene todas las respuestas sobre el significado de nuestras vivencias. Incluso cuando se trata de conceptos familiares que creemos conocer a fondo, como el estrés, vale la pena preguntarle al cuerpo qué siente. Si has tenido días en los que tienes que pagar la tarjeta (y ver cómo lo vas a hacer), asistir a varias reuniones, responder incontables mensajes y decidir qué comer, seguramente sabrás de lo que estoy hablando. Experimentar sensaciones relacionadas con sentirnos “bajo presión” se ha convertido en pan nuestro de cada día. Tanto así que, en el área de la medicina, el manejo del estrés es considerado como un punto esencial en el cuidado de la salud. Esta publicación no es sobre cómo manejar el estrés. El mensaje que hoy te comparto es un llamado a hacernos conscientes de las creencias y hábitos que nos llevan a sentirnos estresados constantemente.
Algunas Creencias que Dan Forma y Transforman Nuestras Vidas
Como investigadora social, parte de mi trabajo es navegar en el mundo de las ideas, entender cómo son creadas y sostenidas hasta convertirse en creencias. Nuestras creencias son la base de todo. Percibimos y comprendemos la vida, incluyendo a las personas y situaciones, de acuerdo con lo que creemos que son. La creencia de que el estrés es parte natural de nuestra cotidianidad se ha convertido en una profecía que nos hemos ocupado de cumplir una y otra vez. La dinámica de asumir que estar estresados es algo normal nos ha llevado al punto de perder conciencia de lo que realmente nos genera estrés.
El ser herederos de una era industrial que cultivó la noción de que el hombre podía producir como una máquina distorsionó nuestra mirada de lo que significa ser humano. Olvidamos, por ejemplo, que cada uno de nosotros es único, con un conjunto de talentos y necesidades que abarcan un ritmo propio que estamos llamados a respetar. Este ritmo está relacionado con ciclos naturales que dependen de actividades esenciales como la alimentación, la digestión y el descanso. No sólo a nivel físico, sino también a nivel mental y espiritual. Todo individuo necesita de un tiempo específico para recibir, digerir y reposar los alimentos. También necesita tiempo para experimentar cada cosa que le trae el día, para sentir las emociones que acompañan sus vivencias, asimilarlas y compartirlas.
Una habilidad esencial en todo adulto consciente es conocer su ritmo. Poder distinguir qué me sienta bien o no a cada momento. El tiempo que necesito para prepararme para ciertos encuentros y si estoy listo para iniciar o concluir algo. Muchos de nosotros somos ajenos a nuestro ritmo biológico y personal aún cuando somos conscientes de él. Nuestros hábitos educativos y laborales nos han entrenado a seguir un ritmo externo al nuestro, un tipo de paso usualmente ligado a horarios que cumplir y a metas que alcanzar.
El ritmo que seguimos en el mundo de hoy está mayormente marcado por los avances tecnológicos, el sentido de competencia, perfección y productividad que caracterizan nuestra cultura. Como vivimos enfocados en lograr objetivos de acuerdo a estos estándares, hemos olvidado que “el ser” es igualmente importante. Así es como muchas veces terminamos perdiéndonos de nosotros mismos. Perdemos de vista nuestro sentir, lo que nos dice el cuerpo y la noción de cuánto tiempo necesitamos realmente para ejecutar ciertas acciones y proyectos a un paso favorable para nuestro ser y su bienestar.
Hábitos de tiempo y esfuerzo
El tiempo es vida. Por lo tanto, la velocidad con la que marcamos nuestros días y proyectos va de la mano con nuestra calidad de vida. En las palabras del escultor y poeta Henry Van Dyke: “El tiempo es muy lento para aquellos que esperan, muy rápido para aquellos que temen, muy largo para aquellos que sufren, muy corto para aquellos que disfrutan”.
Nuestros hábitos con respecto al tiempo van desde invertirlo en actividades que nos llenan de vida, creando la sensación de que el tiempo vuela, hasta convertirlo en un enemigo al estar constantemente en contra del reloj, ya sea físico o interno. La elección siempre será nuestra. Pero no podremos evitar someternos a algún tipo de presión cada vez que juguemos a estar disponibles todo el tiempo, juzgar el ritmo de los demás o asumir compromisos que sólo podemos cumplir haciendo un esfuerzo extraordinario.

A pesar de que esforzarnos más allá de lo necesario es aplaudido en nuestra cultura, este tipo de esfuerzo implica un tipo de presión. Cuando generamos presión en nosotros mismos y en los demás, esta se instala en el cuerpo y en nuestras relaciones. ¿Recuerdas cómo se siente el estrés en tu cuerpo y las sensaciones y actitudes que surgen en ti cuando sientes que otros te presionan? Las respuestas a estas preguntas son importantes. Nos ayudan a darnos cuenta de que el esfuerzo extraordinario genera un impacto en nuestro ser y en nuestras relaciones que muchas veces no podemos medir (y mucho menos reparar). Es más, el hecho de tener que esforzarnos de manera extraordinaria o de tener que imponer esta fuerza en otros puede ser un indicador de que quizás el momento o las personas involucradas no sean las adecuadas.
Así como cada uno de nosotros tiene un ritmo propio, todos los procesos y situaciones que son parte de la vida obedecen un tiempo que mayormente desconocemos. La naturaleza misma está cargada de señales que nos recuerdan que todo tiene su hora y su propio proceso de maduración. Sin embargo, muchas veces nos empeñamos en acelerar o controlar ese proceso. Lo mismo con las personas, a quienes tildamos de lentas o ineficientes por tener un ritmo diferente al nuestro. El sólo hecho de no entender o de sentirnos confundidos puede generar en nosotros un impulso que nos lleva a empujar a otros y hacer que las cosas sucedan de una u otra forma. En realidad, sólo con el tiempo y la acción prudente es cómo vamos descubriendo lo que necesitamos saber y creando cosas que se puedan sostener.
Cada vez que vamos en contra del ritmo natural o que aplicamos un esfuerzo extraordinario, experimentamos un tipo de presión de la que somos mayormente inconscientes. Esta sensación está asociada con un sinnúmero de reacciones mentales que nos llevan a tomar decisiones que pueden ser incoherentes no sólo con nuestro ritmo personal, sino también con nuestros valores. De ahí la proliferación de la comida rápida, el acto de preferir trabajar a alimentarnos y nuestra atracción por lo desechable, por sólo mencionar algunos ejemplos. De igual forma, acostumbrarnos a hacer más de lo que podemos manejar (como quien toma más de lo que puede tragar) nos hace perder de vista qué tanto podemos hacer realmente, forma natural y saludable.
Si bien es cierto que sentir cierta presión es natural y que para muchos puede ser hasta estimulante, pareciera que culturalmente nos hemos acostumbrado a vivir bajo presión. Afortunadamente, más allá de la cultura, cada individuo cuenta con un poder único que le permite darse cuenta de lo que vive, de cómo lo vive, y de por qué y para qué hace las cosas de la manera que las hace. Reflexionar es poderoso por varias razones. Primero, nos permite aprender de nuestras experiencias. Segundo, es un llamado a escuchar esa voz interior que sabe lo que realmente nos conviene para lograr lo que anhelamos. Por último, en la reflexión podemos identificar las opciones con las que contamos para poder hacer cambios en nuestras vidas a partir de lo que vamos aprendiendo. Para reflexionar sólo necesitamos tiempo y disposición. Si sientes que no puedes, que tu ritmo de vida o tu trabajo no te lo permiten, entonces quizás estés bajo presión.
Prácticas para Despertar a Tu Propio Ritmo
- Aprende y reflexiona cada día: Escucha tu cuerpo, mira tu mente, advierte cómo y cuándo se sumerge en un tipo de concentración que te hace perder la noción del tiempo. Este es el espacio mental donde eres más productivo. Estar atento a estos detalles te llevará a hacerte cada vez más consciente de tu ritmo propio y de cómo cambia. Escúchalo. Recuerda que a veces hay que correr, que otras veces podemos caminar, esperar y hasta sólo respirar. Si en algún momento te aceleras porque tienes que entregar un trabajo o algo sucede de repente, busca una forma en la que puedas retornar a un paso natural y llevadero lo antes posible.
- Haz de tu bienestar un objetivo permanente: Enfocarte en lograr metas puede ser muy motivador, pero sólo podrás disfrutar de lo que te propones si “estar bien” se convierte en un objetivo permanente para ti. Estar enfocado en sentirte bien y evitar presionarte te servirá de mucha ayuda al tomar decisiones en el día a día. Siempre puedes elegir hacer aquello que te de tranquilidad. Ya verás cómo, poco a poco, aprenderás a comprometerte sólo con aquello que puedes cumplir en un tiempo prudente para ti.
- Adopta frases que refuercen tus creencias sobre el tiempo: El lenguaje que usamos tiene mucha fuerza sobre cómo percibimos nuestras experiencias. Recordar que todo tiene su hora, que puedes tomarte tu tiempo y que hay tiempo para todo, te puede llenar de gran alivio. Repite estas frases tantas veces como puedas y verás cómo se convierten en parte de tu experiencia en el día a día.
Sentirnos estresados puede ser una oportunidad para reconocer que posiblemente estamos aplicando más esfuerzo de lo necesario, cargando con más de lo que podemos o sosteniendo expectativas irreales sobre el tiempo que toman las cosas. En momentos como estos, lo conveniente es identificar qué necesitamos soltar o si es necesario pedir ayuda. Pero, sobre todo, estas ocasiones son una oportunidad única para detenernos y reflexionar sobre cómo llegamos aquí y qué podemos hacer diferente en una próxima ocasión.
Crear una vida placentera, llevadera, una vida que nos inspire a aprender (en vez de controlar) es una aspiración que todos estamos llamados a tener. Cuando nos enfocamos en buscar alivio y bienestar, el estrés deja de ser un componente que damos por sentado en nuestras vidas. Ya que, en vez de tener que “manejar el stress”, nos ocupamos conscientemente de darnos cuenta de cuándo y cómo creamos las condiciones que nos llevan a conformarnos con vivir bajo presión.
De mi corazón al tuyo,
Leonelda Castillo
Preguntas para despertar:
- Revisa tus hábitos diarios. Identifica si alguno de ellos te causan estrés.
- Piensa en personas o situaciones que te hacen sentir bajo presión. ¿Qué sensaciones y actitudes surgen en ti ante ellos? ¿Cómo te informa esto sobre lo que sienten los demás cuando eres tú quien los presionas? ¿Qué puedes hacer diferente?
- Si eres padre identifica momentos en los que sueles presionar a tus hijos, o demandar que ellos sigan tu ritmo. Si aún no lo eres, piensa en cómo tu ritmo actual aún puede estar marcado por las enseñanzas de tus padres.
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