
La Magia de la Rendición
Mensajes
Para Despertar
Blog

La Magia de la Rendición
Hola corazón,
Hay una frase que ha cambiado mi vida y que hoy comparto contigo: “yo me rindo”. Me encontré con ella como quien descubre una joya en el lugar más inesperado. Fue mientras realizaba un taller de prosperidad. Llegué a este espacio porque quería abundancia en mi vida y, de repente, me percaté de que sólo llegaría a sentirme rica y abundante si me rendía. Rendición total de todo lo que quería y anhelaba y hasta de la gente que amaba: el primer paso en el camino a la abundancia. En un principio mi mente no lo entendía, se resistía. Pero mi alma sabía que no había vuelta atrás. Finalmente comenzaba a despertar.
¿Cómo funciona la magia de la rendición?
Imagina que estás pasando por una situación de salud muy grave y que te han conseguido una cita gratis con el mejor especialista. Sales corriendo a consultarle, con ganas de hacerle preguntas y, sobretodo, de confiar en él y seguir sus indicaciones al pie de la letra. Cuando te rindes, también llevas todo lo que te preocupa a las manos de alguien que es experto en la materia. Sólo que no tienes que ir fuera en busca de tu médico o asesor. El te espera muy dentro de ti.
Todos nosotros contamos con una dimensión espiritual que no podemos ver o tocar, pero que podemos sentir. Nuestro espíritu se manifiesta en diferentes maneras. Puede surgir en forma de coincidencia, como cuando has estado pensando en alguien que no ves hace tiempo, y de repente, te llama. El espíritu en cada uno de nosotros también se hace sentir como un tipo de intuición que te lleva a hacer o decir algo, aunque parezca ilógico. Muchas veces, esto sucede como si escucharas una voz que te provee información a través de imágenes, frases o palabras.
Los polinesios y otras culturas identifican esta voz del espíritu como “maná” y la describen como una fuerza extraordinaria que mora en nuestros corazones. Mientras que, los cristianos relacionamos esta voz con el alma y la existencia de un espíritu Crístico (en referencia a Jesús) dentro de nosotros. Aquí, el nombre es lo de menos. Lo importante es el reconocimiento. Como dice Pierre de Chardin: “somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”. Por lo tanto, estamos llamados a sentir este espíritu y a relacionarnos con él.
Cuando te rindes, admites que no sabes, que no puedes, que necesitas entregarle tu pregunta, tu debilidad o situación a esta parte que es espíritu y que vive en ti. Este acto honesto, sentido y transparente comienza por decirle a la mente: “con esto, no puedes sola”. Cuando dices “yo me rindo” es tu mente la que suelta para dejar que tu espíritu actúe. Así es como comenzamos a activar esta vocecita en nuestro interior que nos susurra aquello que necesitamos saber, aún cuando no lo logramos entender.
Rendirnos no es tirar la toalla, soltar lo que anhelamos o sentirnos derrotados. Por el contrario, el acto de rendirnos requiere de mucha valentía y de acción continua: primero, en la intención de conectar con la presencia de Dios en nuestro corazón. Y segundo, en entregar a esta presencia todo aquello que necesitamos, que no entendemos o que nos pesa.
Nos rendimos a la presencia de Dios en nuestro interior al tener conciencia de que es parte del espíritu creador que mantiene el orden perfecto en nuestros cuerpos y en todo lo existente. Es como si el espíritu de Dios en cada uno de nosotros fuese una gota en el océano. Entonces, de esta parte espiritual en nosotros emanan cosas maravillosas, nuevas miradas y tomas de conciencia poderosas, que sólo podemos aprovechar si rendimos nuestra parte mental.
Cuando practicamos rendirnos una y otra vez, los pensamientos recurrentes comienzan a ceder y las emociones comienzan a fluir. Nos movemos internamente una y otra vez, hasta encontrarnos con la paz que viene de saber que no tenemos que ocuparnos de encontrar respuestas. Al rendirnos, entregamos nuestras preguntas y deseos a la presencia de Dios en nosotros y esperamos atentamente por las respuestas, las cuales, nos llegan en diferentes formas y momentos.
Una acción, dos grandes retos.
El acto de rendirnos es poco común en nuestros tiempos y, por lo tanto, en un principio puede ser muy retador. Nuestro primer reto al practicar la rendición es precisamente ir hacia adentro. Estamos tan acostumbrados a buscar ayuda, respuestas y soluciones fuera de nosotros que es como si hubiésemos olvidado los caminos al interior.
Todo tiene su espacio y su tiempo. Para rendirnos, la mente tiene que estar tranquila. Tenemos que sentir el corazón y abrirnos a esa presencia de Dios en nosotros. Es como cuando oramos o meditamos, sólo que más allá de pedirle a Dios lo que queremos, nuestro objetivo mayor es sentirle y poder decirle “me rindo a ti” una y mil veces.
El segundo reto que viene comúnmente con el acto de rendirnos es esperar pacientemente. En un mundo de respuestas automáticas en el que hasta las comidas pueden ser rápidas, no podemos evitar querer respuestas inmediatas. A esto se suma que el compás de espera supone experimentar algún tipo de oscuridad que viene de no saber qué hacer o qué va a pasar.

Después que nos rendimos y que rendimos nuestras necesidades, sólo nos resta esperar. Como quien se sienta tranquilo a que el sol salga porque seguro que va a salir, que tiene que salir. Este tipo de seguridad se refleja corporalmente en el acto de mantener nuestras manos abiertas, prestas a recibir las respuestas aún cuando no sabemos qué van a ser ni cómo van a llegar.
Recordar que todo tiene su hora, su momento perfecto. Ver cuando la semilla finalmente se abre o el fruto maduro inevitablemente cae es de gran ayuda para aprender a esperar. La dimensión espiritual no se agita. Sus movimientos son lentos y seguros.
¿Cómo funciona la magia de la rendición?
Muchas son las formas en las que podemos rendirnos. Cuando yo comencé a practicar este acto, lo hacía repitiendo la frase “yo me rindo” 100 veces en la mañana y 100 más antes de acostarme. Hice esto por todo un mes. Confieso que al principio pensé que me iba a volver loca. Mi mente se resistía a ceder el control. Pero fui persistente y lo logré. Sobretodo, porque me aseguraba de llenarme de amor y gratitud antes de comenzar a repetir “yo, me rindo”.
Luego, aprendí a rendirme combinando esta frase con la respiración. Al inhalar digo “yo” y al exhalar repito “me rindo”. Esta práctica de mindfulness incluye al cuerpo en la experiencia de soltar aquello que nos carga con cada exhalación y es, sin dudas, una de mis favoritas.
Las conversaciones con el corazón, en su ejercicio del no juicio, también son una especie de práctica de rendición. Cuando conversamos de esta forma elegimos trascender nuestras opiniones, mirarlas, callarlas y rendirlas. Es así como las colocamos en manos de una fuerza mayor.
Por último, existen momentos de rendición profunda en los que nos sentimos que no podemos hacer absolutamente nada y nos toca practicar el rendirnos a otro nivel. Estos momentos han cambiado mi vida completamente:
Cuando el cáncer me sorprendió, me encontré cara a cara con un miedo paralizador que nunca había sentido. Fue justo en el momento en que me montaron en la camilla para llevarme a la sala de operación. Recuerdo ver la figura de mi compañero hacerse cada vez más pequeña, mientras la camilla corría y lágrimas tibias inundaban todo mi ser. Nunca me había sentido tan indefensa y a la vez rodeada de desconocidos que me confortaban con sus sonrisas y palabras de aliento sin saber quién era. Ahora puedo ver que este camino fue como cruzar un tipo de umbral. A un espacio donde todo lo que puedes hacer es dejarte sostener y confiar.
Rendirme se ha convertido en mi actividad favorita:
Al iniciar cada día, yo me rindo.
Al arrancar cualquier proyecto, yo me rindo.
Cuando descubro un anhelo, lo rindo.
Cuando algo sale mal, también lo rindo.
Cuando no entiendo o estoy confundida, ya sabes qué pasa.
Mis alegrías, las rindo también.
En la rendición vivo descargada y agarrada de un poder mayor que siempre me dice qué hacer. Por eso, al concluir este mensaje y al preguntarme qué tanto lo habrás entendido o disfrutado, respiro y digo “ yo, me rindo”. Así es como confirmo una vez más que todos mis deseos descansan en las mejores manos.
Que tú también puedas disfrutar del acto de rendirte. Puedes comenzar hoy, AHORA. Es sencillo, sólo repite “yo, me rindo”.
De mi corazón al tuyo,
Leonelda Castillo
Si sientes que este artículo es útil, compártelo con tus seres queridos y aprende más sobre este tema en nuestras redes sociales, @viviendodesdelcorazon.
Unete a la conversación por Corazonando podcast, en su episodio #7 de esta temporada, Yo Me Rindo. Aquí, disfrutarás de historias que te llevan a concocer aún más la rendición.