Ser Resilientes Es Fluir Con La Corriente.

Leonelda Castillo 7 de agosto de 2021 9 min read 1

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“Aunque es la forma más difícil, es la más clara” -Mark Nepo

Ser Resilientes Es Fluir Con La Corriente

Ser resilientes es fluir con la corriente, sólo que pareciera que hemos asumido todo lo contrario. Para nosotros, la resiliencia es sinónimo de valentía, de un tipo de fuerza relacionada con luchar y, por lo tanto, no admite rendición. Esto me recuerda la frase que dice que el éxito en la vida no está en vencer siempre, sino en no rendirse nunca. La misma filosofía aplica a la imagen de una gota cayendo en una roca y a cómo, con el tiempo, comienza a alterar su forma.

Por ejemplo, cuando somos niños y queremos algo tenemos una reacción natural de enojo y desesperación ante la negación de lo deseado. En momentos como estos quizás decidamos brincar y patalear hasta conseguir lo que queremos o guardar algún tipo de resentimiento o negación por lo vivido. Como adultos pecamos de hacer lo mismo. Cuando se nos cierran las puertas o nos damos cuenta de que las cosas no funcionan preferimos seguir luchando, dando la espalda, resistiendo, cueste lo que cueste.

La resistencia es una fuerza que no es buena ni mala. Lo importante aquí es observar cómo, cuando nos acostumbramos a luchar todo el tiempo, empezamos a olvidar a fluir y terminamos por aplicar esta fuerza a todo lo que está fuera de nuestras expectativas. El precio de vivir en resistencia es muy alto: comenzamos a perder de vista lo que queremos realmente; dejamos de percibir el panorama completo; ignoramos las señales; nos desconectamos de la fuerza natural que existe en nuestro interior y en todo. Vivir en resistencia nos lleva a perder auto-confianza y confianza en la vida misma. Entonces, vale la pena preguntarnos, ¿en qué consiste realmente fluir con la corriente?

Tan sabios como el salmón

El naturalista y ambientalista, Kevin Scribner, nos cuenta que el salmón tiene mucho que enseñarnos sobre el arte de dar la cara a todo lo que nos pasa. Esta extraordinaria criatura del agua parece desafiar la gravedad en su nado ascendente por las cascadas. El salmón cuenta con una sabiduría innata que le permite voltear la parte inferior de su cuerpo (desde el centro hasta la cola) hacia la poderosa corriente que se vuelca hacia él. El golpe que esto produce genera un impacto que lo impulsa hacia una parte más alta de la cascada donde, nuevamente, él voltea su parte inferior para provocar ser golpeado y lanzado aún más arriba. Entonces, la capacidad del salmón de buscar encontrarse con aquello que le espera, así como de utilizarlo como un tipo de trampolín cuando va en contra de su dirección, es lo que le permite ser parte de una travesía muy singular cascada arriba.

La lección que nos regala el salmón nos recuerda que fluir no se circunscribe al acto de ir con la corriente, de abrazar aquello que nos agrada o que hemos esperado con ansias. Fluir es también encontrarnos cara a cara con aquellas situaciones que parecen ir en contra de lo planeado o deseado. Estas corrientes inesperadas nos elevan, nos hacen transitar por lugares desconocidos y crecer como seres humanos. Nosotros, como el salmón, tenemos la capacidad de movernos de forma tal que estas nuevas corrientes, lejos de hacernos daño, nos impulsen.

Ser o no ser resiliente.

La acción de avanzar con las cosas que nos llegan, repetida una y otra vez, se convierte en un ejercicio constante de esa fuerza interna que llamamos resiliencia. Mucho se habla de este término en el mundo moderno, mas poco se conoce sobre qué pasa cuando nos negamos a activar esta fuerza.

Cuando las cosas cambian de repente, cuando los amores inesperadamente terminan o las carreras dejan de abrirnos paso, experimentamos un sinnúmero de emociones desagradables. Comúnmente, estas emociones se instalan en nosotros y terminan por hacernos sentir atascados y sin salida.

Nuestra capacidad de enfrentar lo que nos está sucediendo transforma estas emociones tan amargas. Gracias a que nos unimos a la corriente de lo que surge en cada momento, en vez de luchar contra ello o de salir corriendo, nos enfrentamos cara cara con nuestra resiliencia. Esto traduce el desasosiego en dolor y el desencanto en tristeza. La resiliencia es como un bálsamo que nos sensibiliza y nos aterriza, preparándonos para asumir lo que nos toca vivir.

Permanecer abiertos a lo que se presenta nos permite ser reales, transparentes, auténticos en lo que vivimos. Mientras que cuando nos resistimos, no podemos evitar la sensación de sentirnos abatidos por las cosas que nos suceden en el día a día. Nos dejamos arrastrar, no porque fluimos, sino porque nos sentimos imponentes ante las mismas situaciones que, cuando somos resilientes, nos hacen movernos de cara a descubrir lo nuevo dentro y fuera de nosotros.

Para disfrutar de esa fuerza que llamamos resiliencia:

  1. Aprende a relajarte: La mente es como un lago de aguas transparentes. Cuando está tranquila actúa como un nítido espejo que refleja todo lo que está a su alrededor. Mientras que cuando está cargada actúa como el agua turbia y nada de lo que miras es real. Relajarte cada día y varias veces al día te dará la paz mental que necesitas para saltar más allá de tus miedos y hábitos mentales cuando sientas que la corriente no está a tu favor.
  2. Hazte consciente de lo que sientes y piensas: Cuando vivimos mayormente inconscientes estamos ajenos a las emociones y pensamientos que sembramos, nutrimos y cultivamos en la mente y que terminan por gobernar nuestro comportamiento. Darte cuenta de lo que sientes y piensas te permitirá ver cómo estas ideas y emociones no están llamadas a quedarse y a apoderarse de ti. Practica mirarlas y dejarlas ir al menos por 10 minutos cada día con mindfulness o meditación y déjate sorprender por la voz de tu interior.
  3. Aprende de tus errores: Cada vez que cometemos un error es señal de que nos toca aprender algo. Cuando nos resistimos a admitir que hemos fallado no sólo perdemos la preciosa oportunidad de crecer, también dejamos de sentir la fuerza interna que llamamos resiliencia. Equivocarte en negación es un martirio. Mientras que, equivocarte en consciencia es vivir de cara a lo que la corriente de vida que habita en ti quiere que aprendas cada día.
  4. Sé flexible: La vida tiene un curso propio del cual sólo somos parte. Muchas veces nuestra resistencia se debe a que no queremos soltar la mirada que tenemos de cómo las cosas tienen que ser. En un mundo cambiante sostener miradas fijas puede ser extenuante. Contemplar cómo cambian los caminos con nuestro movimiento en la carretera nos recuerda que nuestras miradas no sólo son cambiantes, sino también que dependen de la posición en la nos encontramos. Entonces, hazte consciente de la posición en la que te encuentras y de cómo determina tu mirada de las cosas por la familia de donde vienes, por la cantidad de hermanos que tienes y el lugar que ocupas entre ellos. Tu religión, tus historias, también te colocan en un lugar que marca lo que miras y cómo lo miras. ¡Celebra tu lugar! Y cada vez que puedas muévete un poco, la gente a tu alrededor te será de gran ayuda.
  5. Fluye con la gente a tu alrededor: A pesar de que desearíamos poder compartir nuestra fuerza con los demás o recibir fuerza de otros, sólo nos podemos abastecer de la fuerza que vamos desarrollando en nuestro interior. Ahora bien, algo en lo que sí nos podemos asistir los unos a los otros es en reconocer que los demás nos invitan a fluir a cada rato. El sólo hecho de escuchar cómo otra persona puede mirar las cosas diferente a ti nos recuerda que la vida está hecha de múltiples miradas. Comunicarnos y entendernos más allá de la opinión es una forma de fluir muy única y poderosa.
  1. Recuerda tu fuerza y apóyate en ella: Imagina que alguien te pide ayuda y termina haciendo aquello en lo que acordaron que le ibas a asistir. Eso pasa con nosotros cada vez que queremos apoyarnos en nuestra fuerza y, al mismo tiempo, pretendemos entenderlo todo y resolverlo sólo como queremos. La fuerza interna que llamamos resiliencia es parte de nuestra fuente espiritual. Dios en nosotros es quien nos presta ese apoyo y la luz que necesitamos para ver más allá de lo que entiende nuestra pequeña mente. Al encontrarte con lo indeseado o lo inesperado dale espacio para que haga el trabajo de elevarte mientras sientes, confías y te dejas llevar.   

De mi corazón al tuyo,

Leonelda Castillo

Preguntas para despertar:

  1. Piensa en un momento difícil en tu vida. Escribe sobre él con lujo de detalles. ¿Qué pudiste ver diferente? ¿Cómo te enseñó a fluir con una nueva corriente? Cuando termines, aprovecha y agradécele a este momento por lo que ha aportado a tu fuerza interna.
  2. Piensa en las cosas a las que normalmente te resistes en tu trabajo, con tu familia, en tu forma de pensar. Pregúntales qué te vienen a enseñar y mantente atento a cada vez que le pongas resistencia. Da gracias anticipadas por todo lo que te mostrarán.
  3. Haz una lista de las cosas en las que te sientes atascado. Elige una y reflexiona sobre cómo puedes comenzarte a mover con ella.

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Para conocer más sobre este tema sígueme en las redes. También te invito a escuchar el episodio #6 de Corazonando podcast en su tercera temporada, Más que Valientes, Resilientes.

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