¿Por qué descansar para sentirme bien?

Leonelda Castillo 17 de julio de 2021 11 min read 0

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"La justificación de la poesía es escribir; no conquistas nada excepto, cosas en ti mismo" — Mihaly Csikszentmihalyi

5 Claves para Disfrutar de lo que Haces

Hola corazón,

¿Cuándo fue la última vez que estuviste tan inmerso en una actividad que te perdiste en ella? Quizás puedas recordarlo porque al concluir sentiste que el tiempo voló, o te percataste de que te habías olvidado del mundo. Tradicionalmente, hemos aprendido que este tipo de disfrute tan visceral y espontáneo tiene que ver con lo que hacemos. Asumimos, por ejemplo, que surge del ejercicio de una pasión. Sin embargo, el disfrute máximo al que aspiramos no sólo tiene que ver con lo que hacemos, si no con cómo lo hacemos.

¡Hello, hello, hellooooo!

La primera vez que experimenté la sensación de perderme a una actividad fue a los 16 años, cuando comencé a dar clases de inglés. El momento en el que entraba al aula y saludaba a los estudiantes con este hello, hello, hellooo! a todo pulmón, me abría las puertas a otro mundo. En el cual, lo único que importaba era poder conectar con ellos y contagiarles mi pasión por el idioma.

Mi intuición me decía que, como los estudiantes muchas veces no me entendían, era vital que creara un espacio donde se sintiesen tan bien, que la comprensión de cada palabra, pasase a un segundo plano. Esto me llevó a instalar hábitos muy únicos para estas clases, como: dar inicio con algún tipo de juego que sirviese para romper el hielo; inventar cancioncitas asociadas a lo que estábamos aprendiendo; y sentarnos en forma circular.

En estas clases de inglés, también existían reglas implícitas. Estas reglas tenían que ver con sólo comunicarnos en inglés, con tomar turnos para hablar, y con que yo escuchara atentamente a los estudiantes e hiciese hasta lo imposible por complacerles. Lo que me llevaba a jugar, bailar, reír (y a veces hasta a llorar) con ellos. Lejos de ser “la maestra” ocupando un lugar en el frente del aula, yo me convertía en “una más del grupo”, en cada clase.

Con el tiempo, me fui dando cuenta de que estos hábitos y reglas parecían cargar el espacio de un sentido de disfrute que se hacia cada vez más evidente. En una ocasión, al llamar a un niño de 7 años por su nombre, José Miguel, él me respondió: “no teacher,  my name is Joe Mike”. Momentos como estos me fueron confirmando que estas clases eran especiales. Pronto, no daría abasto con la cantidad de personas que solicitaban las clases de Teacher Leo, y me di cuenta que mi próximo paso era enseñar a otros maestros a trabajar de la misma forma. Así fue como surgió el instituto de inglés ELI, en Santiago, República Dominicana.

Ante el crecimiento de esta institución mi posición fue cambiando. Pasé de ser maestra, a ser directora general y a trabajar mayormente en el área administrativa. Mas, verano tras verano retornaba al aula de clases a enseñar a los maestros.

Cada año, la diferencia entre el disfrute que se apoderaba de mi al enseñar y el sentido de obligación que dirigía mi labor en la administración se hacia más evidente. En un principio, asumí que mi pasión por la enseñanza me llevaba a sentir que mis experiencias de oficina palidecían en comparación con lo que vivía en las clases.  Con el paso del tiempo, fui entendiendo que el tema no era lo que hacía, si no cómo me adhería a hábitos distintos cuando trabajaba fuera del aula.

 

Los elementos del disfrute

El psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi fue uno de los pioneros en investigar la sensación de disfrute cuando la vivimos en su máxima expresión. Al entrevistar a cientos de profesionales de diferentes áreas y en distintas partes del mundo, Csikszentmihalyi y su equipo identificaron ocho elementos que parecen estar presentes cuando disfrutamos de algo al máximo.

Tres de estos elementos del disfrute tienen que ver con nuestra percepción de este tipo de experiencia: la sensación de que el tiempo vuela, que pasa tan deprisa que no nos damos cuenta; la pérdida del sentido del yo, porque es como si nos fundiésemos con aquello que estamos haciendo; y, por último, la sensación de que estamos fluyendo con lo que está pasando, y que, por tanto, no tenemos que hacer ningún esfuerzo para que las cosas sucedan.

A pesar de que todos conocemos estos tres elementos del disfrute, pareciera que somos mayormente ajenos a las condiciones que los provocan. Estas condiciones vienen representadas por los 5 elementos restantes, los cuales revelan aspectos claves en la organización y ejecución de lo que hacemos.

Identificar estos elementos claves fue más que revelador para mi. Gracias a ellos, finalmente pude entender por qué me sentía como pez en el agua cada vez que enseñaba. Pues, más allá de la pasión que siento por esta actividad, se encuentra la forma en la que enseño, la cual está amparada en estos 5 elementos claves del disfrute.

Hoy por hoy, estoy muy pendiente de utilizar estos 5 elementos del disfrute para dar forma a  todo lo que hago. Los comparto contigo, con la intención de que puedas hacer lo mismo. Verás cómo, al aplicarlos, las actividades más sencillas se llenarán de sentido y te sentirás cada vez más presente y enfocado.

Las 5 Claves para Disfrutar de lo que Haces

1. Realiza tareas que representen algún tipo de reto para ti, y que sientas que puedes alcanzar: Existe una conexión invisible entre nuestra capacidad de involucrarnos en cuerpo y alma con lo que estamos haciendo y su nivel de dificultad. Cuando las cosas son muy fáciles tendemos a perder interés en ellas. Así mismo, si sentimos que son muy difíciles el miedo a no poder realizarlas evita que podamos disfrutarlas.

En mi caso particular, ahora puedo mirar que mi aversión respecto a muchas de las tareas administrativas tenía que ver con la impresión de que no me retaban lo suficiente. Mientras que, enseñar siempre ha sido un reto continuo que supone que los estudiantes se mantengan atentos y con ganas de aprender.

Es importante evaluar lo que haces y el nivel de reto que representa para ti. Considera delegar aquellas actividades que ya dominas, y asumir el reto de enseñar a otros a hacerlas igual o mejor que tú. También puedes retarte a ti mismo respecto a aquellas actividades que parezcan ser muy fáciles, trazándote metas de tiempo o logros particulares. En lo que respecta a aquellas actividades que parezcan inalcanzables, considera dividirlas en etapas. Obtener pequeños logros, mientras te acercas a aquello que deseas, te va a demostrar que puedes hacerlo.

2. Ten una meta clara: Las metas son un elemento del disfrute. Saber para qué hacemos lo que hacemos  nos da la energía que necesitamos para ejecutar las acciones necesarias. Muchas veces, es tan sencillo como tener una visión clara de lo que queremos lograr. Esto funciona para los grandes proyectos, pero también para nuestro día a día.

Podemos iniciar cada día, cada semana, cada encuentro,  con una intención clara de aquello que es esencial y prioritario. Esta visión nos sirve de inspiración y se hace necesaria para la ejecución de la próxima clave.

3. Disfruta de la retroalimentación inmediata: Muchos de nosotros tememos miedo a la retroalimentación. Nuestro hábito de juzgarlo todo nos hace entender que estar pendiente a los efectos de lo que hacemos, significa darnos cuenta de qué tan bien o mal lo estamos haciendo. Curiosamente, las respuestas naturales y constantes a lo que hacemos pueden ser una guía que nos permita aprender más cada día.

En el aula, por ejemplo, el rostro de un estudiante distraído, junto preguntas constantes sobre lo que estamos haciendo, puede ser señal de confusión. Asumir esta señal como una oportunidad para verificar qué tanto han entendido los estudiantes, evita que invirtamos un tiempo precioso en algo para lo cual  no están preparados.

Si notas que los resultados de lo que estás haciendo, no son los que esperas, en vez de juzgarte, obsérvate. Mira lo que estás haciendo, cómo lo estás haciendo y qué está sucediendo en realidad. Más allá de los juicios, hay un montón de información que nos ayuda a mirar más claramente y hacer los ajustes de lugar. 

4. Procura sentirte tan en control de lo que haces que puedas soltar el control de lo que haces: Esta paradoja tiene que ver con las reglas y condiciones que nos ayudan sentir que todo está bajo control. Gracias a estas reglas contamos con la seguridad que nos permite soltar el control de los demás y de todo aquello que sin un orden, pudiese ser una amenaza.

En mi caso, el ejercicio del magisterio me enseñó que mientras más controlaba a los estudiantes, era más difícil para ellos asumir la libertad que necesitaban para aprender. Esto es válido también para los equipos de trabajo en diferentes áreas, quienes necesitan de reglas y controles para asegurar la adecuada ejecución de sus labores. Al mismo tiempo, estos equipos se benefician de un sentido de libertad que los llene de confianza en lo que hacen.

5. Enfócate en hacer una cosa a la vez: La  concentración es un elemento del disfrute difícil de conseguir en una cultura que promueve el multi-tasking. Queda claro que, la satisfacción que puede traernos resolver varias cosas al mismo tiempo, palidece ante el disfrute máximo que viene con poder invertirnos de lleno en una actividad determinada.

Algunas recomendaciones básicas para poder disfrutar de la concentración que te mereces, son: establecer tiempos específicos para dedicarlos a aquellas tareas que son importantes; evitar ser interrumpido; y, marcar el inicio y el fin de cada actividad a la que dediques un buen tiempo.

Tomar recesos entre una actividad y otra es otro hábito sencillo que tiene un alto impacto en nuestro nivel de concentración. Pues, ir automáticamente de una actividad a otra, es como tomar un bocado de comida cuando aún tienes la boca llena. 

Por último, crear pequeños rituales que comuniquen a nuestro inconsciente que estamos listos para estar totalmente presentes, tiene un poder indescriptible. Hoy por hoy, sigo iniciando mis charlas y talleres con el mismo saludo de hace 25 años. Hoy en día, el escenario y los temas son diferentes, mas este saludo me recuerda que es momento de conectar con las personas que están presentes y de dejarme fluir con lo que traiga cada experiencia.

De mi corazón al tuyo,

Leonelda Castillo

Preguntas para despertar:

  1. Haz una lista de las actividades principales que ejecutas cada semana. Analiza qué tan retadoras son para ti.

2. ¿Qué tan claro/a estas de tus metas del diarias, no sólo a nivel de tu trabajo si no en lo personal?

3. ¿Cómo recibes la retroalimentación sobre lo que estás haciendo y qué tan a menudo la recibes?

4. ¿Qué tan seguro te sientes de lo que estoy haces? Cómo te hace sentir la posibilidad de soltar el control de lo que hacen los demás en el día a día?

Para conocer más de este tema, sígueme en las redes sociales. También puedes disfrutar del último episodio de Corazonando podcast, Entre Hábitos y Alimentos: Cómo estar bien con tu cuerpo. Esta es una conversación con el  corazón con historias que nos ayuda a encontrar sentido a todo lo que hacemos para encontrar bienestar físico.

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