
El Poder de las Alianzas
Mensajes
Para Despertar
Blog

El Poder de las Alianzas
¿Quiénes son tus aliados? Aquellas personas cuya presencia y apoyo te impulsan y te retan. Personas que, de cierta forma, comparten la responsabilidad de tu situación actual. Este es un mensaje para despertar una visión espiritual de las alianzas. En él encontrarás respuestas a preguntas recurrentes como: ¿Por qué siento que tengo poco apoyo? y ¿Cómo se explica que haya personas en mi vida que, en vez de apoyarme, parecen estar en mi contra?
Tu mejor y mayor aliado: tú mismo
Hace un par de horas había confirmado mi sesión de ejercicios con el entrenador. Por eso no me sorprendí cuando el timbre sonó a la una en punto, cuando aún me encontraba escribiendo en la computadora. El timbre me llamaba. Me recordaba que ya era hora de parar de trabajar, de ponerme en otra sintonía. En ese instante, me percaté de que mi cuerpo se sentía pesado. Aunque había pasado un buen rato desde que desayuné, sentía como si acabara de tomarme el jugo verde que tanto me gusta. Cerré la computadora, recibí a Miguel como siempre y fui a cambiarme. Cuando me vi parada frente al closet, sentí una vez más gran pesadez en mi cuerpo y en mi estómago. Traté de visualizarme haciendo los ejercicios con la música alegre y motivadora que acompaña mi rutina. Pero, simplemente no pude. Era como ofrecer un plato de rica comida a alguien que está completamente lleno. Algo en mí se rehusó a hacer ejercicios ese día. No sé por qué, ni para qué. He tenido días en los que me he juzgado por este tipo de reacciones: resistencia, flojera, adicción al trabajo. Tengo un repertorio de nombres para ocasiones como esta. Ese día solo observé estos pensamientos. Elegí escuchar mi cuerpo más allá de ellos. Más allá de la voz dictatorial de mi consciencia que me recriminaba, preguntándome cómo podía hacerle eso a mi querido Miguel (a quien por su puesto le iba a pagar). Di media vuelta y fui al encuentro de mi afable entrenador. Le pedí excusas. Le dije la verdad. Él entendió y se retiró feliz. Yo regresé a mi posición anterior en la computadora. Quizás más adelante entendería qué me pasó exactamente, quizás no. Por el momento, me sentí aliviada y eso me confirmó que tomé la mejor decisión para mí.
Episodios como este nos suceden a cada rato. Tenemos un plan, una meta, sentimos seguridad de hacer las cosas de una forma y, de repente, algo cambia en nosotros. Cuando esto sucede podemos jugar a cumplir con el deber, con los horarios y con las expectativas de los demás. También podemos elegir escucharnos a nosotros mismos, a esa vocecita que muchas veces nos susurra cosas que pueden parecer inverosímiles, pero que son exactamente lo que necesitamos recordar o cambiar. Cuando aceptamos lo que sentimos y lo que realmente queremos, aún si es diferente a lo que pensábamos hace cinco minutos, nos convertimos en nuestros mejores y mayores aliados. Solo que, seguir nuestra voz interior, nuestro sentir y nuestras intuiciones, puede costarnos muchísimo trabajo porque vivimos mayormente enfocados en los demás, pendientes de lo que van a pensar o decir. Este comportamiento es natural, es cultural: desde pequeños venimos entrenándonos en el arte de lograr ser aceptados. Estar pendiente primero de los demás es una conducta que repetimos tantas veces que hasta la justificamos. Muchas veces no nos damos cuenta de ella.
Cuando ignoramos, resistimos o peleamos lo que sentimos es como si nos hiciésemos trampa a nosotros mismos. Nos negamos apoyo y compresión en lo pequeño y cotidiano, como cuando me obligo a hacer ejercicios aun cuando el cuerpo me grita “NO”. También en decisiones trascendentales en nuestras vidas, como cuando elegimos una carrera para complacer a papá o a mamá. Cada vez que nos negamos a nosotros mismos, que no apoyamos nuestro sentir y deseos más recónditos, es como si activásemos un sistema que nos hace percibir esta falta de apoyo en los demás. En el área de la psicología, esta dinámica es mayormente conocida como proyección y se define como el acto de asumir en otros aquellas cualidades arraigadas en nosotros que no podemos ver aún. Por lo que, cada vez que nos sentimos con poco apoyo, es una oportunidad de preguntarnos qué tan fieles y leales estamos siendo a nuestros deseos. Pues, queda claro que pedimos demasiado cada vez que solicitamos a otros que hagan por nosotros aquello que no tenemos la fuerza ni la voluntad de hacer por nosotros mismos.
Una nueva mirada de las alianzas
Tradicionalmente, entendemos que un aliado es cualquier persona que apoya, fortalece o da la cara por otro. Esta mirada está muy arraigada a nuestra cultura occidental y obedece también al hábito mental e inconsciente de distinguir (y dividir) las personas en grupos. Esto nos lleva asumir que hay personas que nos apoyan y que otras simplemente no lo hacen. Nuestro entendimiento colectivo de las alianzas en el mundo actual también las relaciona con algún tipo de propósito u objetivo, reconociendo que necesitamos de los demás. De ahí que, el valor que usualmente damos a una posible alianza está limitado a la capacidad del otro de satisfacer nuestras necesidades. Dentro de este marco de necesidad y apoyo en el que entendemos las alianzas es común sentirnos insatisfechos con ciertas personas al percibir que se niegan a aportarnos aquello que necesitamos de ellos.

Desde el punto de vista espiritual, nuestra apreciación de las alianzas es mucho más amplia e incluyente. La noción de un aliado incluye la suposición de que las personas a nuestro alrededor siempre traen a nosotros justo lo que necesitamos. Esta perspectiva se deriva de la creencia de que existe un orden perfecto en todo lo que acontece. La fuerza que rige los planetas, los ciclos y todo lo existente (Dios para aquellos que somos creyentes) es la responsable de organizar todo lo que experimentamos, incluyendo nuestros intercambios con los demás. Esta noción nos invita a reconsiderar nuestra apreciación de quiénes son nuestros aliados. Todos nosotros nos relacionamos mayormente en base a acuerdos silenciosos en los que nos comprometemos a estar presentes para otros y a aceptar su presencia, junto a sus aportes, no sólo en proyectos o momentos específicos, sino en el día a día.
Todos contamos con aliados que aún no reconocemos como tal porque hemos aprendido a asumir que muchas de las personas a nuestro alrededor no tienen nada para darnos o que aquello que traen no nos sirve. Lo que nos impide apreciar el aporte que ciertas personas hacen a nuestras vidas es creer que sabemos lo que necesitamos a cada momento. Sin embargo, la experiencia humana incluye tener necesidades de las que no somos conscientes: muchas veces necesitamos algo y en realidad no lo sabemos. Esto explica cómo, en ocasiones, sentimos alivio o nos embarga un sentido de gratitud por una llamada, un abrazo o una información que no esperábamos. Después de recibirla entendemos que nos hacía falta porque nos hizo sentir aliviados, completos o momentáneamente satisfechos. Esto confirma que la gama de nuestras necesidades va más allá de cómo nos vemos y de lo que entendemos que es importante para nosotros. Si bien es cierto que podemos reconocer el apoyo cuando se manifiesta en la contribución a algo que anhelamos, es igualmente importante entender que hay personas y momentos en nuestras vidas en los que recibimos un tipo de apoyo, del cual no somos conscientes.
Los aliados-maestros y el dolor
Todos nuestros sueños y deseos se derivan de la necesidad imperante de crecer mental y espiritualmente. Sin embargo, los aprendizajes del alma forman parte de aquello que desconocemos. Es a través de diferentes situaciones que se van presentando en nuestras vidas que vamos descubriendo qué nos corresponde aprender en nuestro desarrollo como seres humanos. El crecimiento mental y espiritual suele ser imperceptible a los ojos. Sin embargo, ciertamente podemos sentir cuando somos más humanos, más compasivos y humildes. Estas sensaciones y tomas de conciencia son muestras de cómo el alma se va transformando y renovando, muchas veces a través del dolor. El cual nos lleva más allá de nuestros límites y se convierte en una amenaza para nuestro ego, para nuestra concepción de quienes somos. Nuestro crecimiento espiritual implica que el ego se desmorone, caiga y se recomponga una y otra vez. El dolor (esa sensación que tanto evadimos y que hasta ignoramos) nos ayuda a crecer. Y es en nuestra relación con los demás, en esos acuerdos e intercambios silentes y constantes que llegan a generar dolor, que este crecimiento se hace posible.
Aquellas personas que comúnmente sentimos que están en nuestra contra, que no nos caen bien, e incluso nuestros seres más queridos cuando nos generan dolor, son grandes aliados para nuestro crecimiento mental y espiritual. Su aporte tiene que ver con desarrollar nuevas habilidades que incluyen entenderles a pesar de no estar de acuerdo, no enjuiciarles y perdonarles. En general, los aliados-maestros nos instan a reconocer que hay algo que estamos destinados a aprender a través de ellos. Podemos identificarles fácilmente gracias a la fuerte resistencia que sentimos ante las situaciones que traen consigo y, en ocasiones, hasta con su sola presencia.
Prácticas para Despertar al poder de las alianzas:
- Identifica y agradece por tus grandes y pequeños aliados cada día:
Queda claro que estamos rodeados de aliados de todo tipo. Identificar a aquellas personas que hacen la diferencia en nuestro día a día y a aquellos que también aparecen de manera espontánea, con aportes inesperados, activa el poder de las alianzas en nuestras vidas. Esto incluye, por supuesto, los aportes que vienen de manos de personas no gratas o de personas queridas con quienes experimentamos algún tipo de conflicto. Ahora sabemos que estas personas son portadores de algún tipo de lección para nosotros. Entonces, hacernos conscientes de estos aliados-maestros, no para evadirles, sino para descubrir que necesitamos aprender a través de ellos, nos trae luz sobre nuestro desarrollo como seres humanos. Preguntarnos para qué necesito una persona como esta en mi vida suele traer respuestas inesperadas cargadas de nuevos aprendizajes. Sabremos que hemos aprendido si al asumir estos aprendizajes dejamos de sentimos víctimas de estas personas o de entender que nos tenemos que cuidar de ellas.
- Bendice lo que tienes y te será multiplicado:
En ocasiones, es normal que sintamos que no contamos con el apoyo suficiente o que el otro se niega a darnos algo que realmente necesitamos. Si aquello que requerimos de los demás se convierte en una limitante para nuestra felicidad, puede que nuestro deseo exprese algo que primero tenemos que aprender a darnos a nosotros mismos. Nuestra necesidad de atención de los demás, la demanda de que nos escuchen y nos dediquen más tiempo, es un llamado a reconocer qué tanta atención, escucha y tiempo estamos dándonos a nosotros mismos. En todo caso, ante cualquier sensación de soledad o falta de apoyo conviene dar gracias por las personas con las que sí contamos. Así es como encendemos un efecto multiplicador que nos prepara para atraer más aliados.
- Expresa lo que necesitas de los demás:
Son nuestros miedos y, no las personas, lo que se antepone a lo que deseamos. A menudo, pecamos de proclamar que somos auto-suficientes, dando la impresión de que no necesitamos de otros. Muchas veces no somos lo suficientemente claros con respecto aquello que necesitamos de los demás. Si bien es cierto que la independencia es una señal de madurez, poder identificar aquello que el otro me aporta y reconocer cómo me sirve de apoyo es un ejercicio de honestidad. Sólo tú puedes expresar con claridad y confianza lo que necesitas de los demás. Cuando solicites apoyo hazlo sin expectativas. De esta forma, el otro se sentirá en la libertad de decir NO si apoyarte supone un nivel de sacrificio que siente que no puede manejar. Mientras más rápido puedas aceptar esto, más pronto aparecerán nuevas opciones ante ti. Esta es una práctica que también nos recuerda que podemos decir NO a las solicitudes de otros si sentimos que al decir SÍ estaremos impidiendo nuestro propio fluir.
- Comparte la gracia de ser un apoyo para otros:
Cuando recibimos y damos apoyo conscientemente lo hacemos de corazón, sin expectativas. Esta es una experiencia que nos recuerda una y otra vez que somos parte del fluir natural de la vida. Estar atentos a lo que recibimos constantemente de los demás y a las oportunidades de ser apoyo para otros, nos mantiene centrados en lo sostenidos y abastecidos que estamos al confiar en el orden natural de las cosas. En momentos, podemos sentir que nuestros recursos son limitados y que no podemos apoyar a los demás en formas significativas. Sin embargo, la realidad es que los aportes más contundentes son aquellos que acostumbramos a dar a las personas con las que compartimos nuestro techo, valorando sus ideas, sus sueños, regalando y compartiendo nuestra atención y tiempo con ellos.
Hacernos conscientes de los muchos aliados con los que contamos revitaliza e impregna nuestras relaciones de un sentido de confianza. Sentirnos apoyados por las personas a nuestro alrededor, aún cuando no lo parezca, nos permite enfocarnos en nosotros mismos y en lo que sentimos que tenemos que hacer y aprender. En vez de mantenernos ajenos a nuestras necesidades mientras nos enfocamos en satisfacer las expectativas de los demás y de pretender que nos den exactamente lo que queremos.
Cuando ejercemos nuestra capacidad de escucharnos y de actuar en función a lo que realmente sentimos y deseamos, las creaciones mentales habituales que miran al otro como alguien que está en contra nuestra son cada vez menos. Despertar al poder de las alianzas expande nuestros círculos de relaciones de manera exponencial haciendo que nuestros sueños se hagan posible y nos permite colaborar conscientemente en la construcción de los sueños de los demás.
De mi corazón al tuyo,
Leonelda Castillo
Preguntas para despertar:
- Piensa en la última vez que sentiste que alguien no te apoyaba o complacía tus deseos. Identifica qué deseabas realmente. Observa qué tanta atención has dedicado a darte eso a ti mismo.
- Identifica una persona con la que has experimentado algún tipo de conflicto. Responde a la pregunta, ¿Para qué necesito a esta persona en mi vida? Hazlo escribiendo todas las respuestas que vengan a ti libremente y sin juzgarlas. Cuando termines, lee lo que escribiste y mira lo que descubriste.
- Percátate de las veces que dices “sí” queriendo decir “no” o vice-versa.
Si sientes que este artículo es útil, compártelo con tus seres queridos.
Para conocer más de este tema puedes disfrutar del episodio #16 de Corazonando podcast, Cómo Lo Miras Tú. También del episodio #21, Querida Segunda Mamá, en homenaje a las alianzas femeninas que comparten la responsabilidad de cuidar de los hijos.